viernes, 18 de agosto de 2017

BOMBA Lloramos por ti, Venezuela': Juan Manuel Santos





El presidente de Colombia toma mayor distancia del gobierno de Maduro, al que llama dictadura.
Santos y Maduro, San José de Costa Rica, 2015, Cumbre del Celac. ¿Una escena irrepetible?


17 de agosto 2017 , 01:38 a.m.

La cuna del Libertador; el país con las mayores reservas petroleras del mundo; una nación libre, rica, con gente maravillosa; el destino durante décadas de millones de migrantes colombianos que huían de la violencia y buscaban una mejor vida, hoy por desgracia se desmorona en lo económico, en lo social y en lo político.

Colombia es el país que más tiene que ganar o perder con lo que suceda en nuestra hermana república. Nos unen todos los lazos que pueden unir a dos naciones: la historia, la cultura, la geografía, la economía, más de 2.200 kilómetros de frontera viva... Por eso siempre hemos deseado que a Venezuela le vaya bien. En estos últimos tiempos hemos hecho hasta lo imposible, al igual que el propio Vaticano y tantos otros Estados y líderes del mundo, para acercar al Gobierno y a la oposición alrededor de una salida digna a la grave encrucijada en que se encuentran.

Cuando Hugo Chávez fue elegido, con el apoyo de buena parte del empresariado, pocos lo confrontaron. Desde mi modesta tribuna periodística, fui uno de esos pocos. 

Me convertí en uno de sus más duros críticos desde Colombia, hasta cuando fui elegido presidente de los colombianos. Tomar las riendas de una nación produce algo parecido a cuando se tiene el primer hijo: se afina el sentido de la responsabilidad.
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Arreglar la situación con los vecinos (con Ecuador tampoco teníamos relaciones diplomáticas ni comerciales) era lo que más le convenía al interés nacional. Además, era una condición necesaria para lograr un gran sueño de los colombianos: la paz después de medio siglo de guerra con las Farc, la más antigua y numerosa guerrilla del continente.

Arreglar la situación con Chávez no quería decir que teníamos que estar de acuerdo en la forma como cada cual pensaba o manejaba su respectivo país. Eso era imposible. Nuestras visiones eran como el agua y el aceite. Simplemente teníamos que respetarnos las diferencias y trabajar sobre lo que les convenía a los dos pueblos. Así fue.

¿Cómo pasamos en lo personal de la agresividad a la cordialidad? Con el humor… y la historia, tan útiles en las relaciones entre las personas y en la diplomacia. Le propuse lo mismo que Reagan a Gorbachov cuando se reunieron por primera vez para discutir la disminución del arsenal nuclear. Reagan le dijo a su colega soviético que ni él se iba a volver un comunista ni esperaba que Gorbachov abrazara el capitalismo, pero que podían trabajar juntos por un objetivo superior como era salvar al mundo de un desastre nuclear. Tampoco yo me iba a volver un revolucionario bolivariano, ni Chávez un demócrata liberal. En nuestro caso, el objetivo superior era la paz de Colombia con sus altos beneficios para toda la región. En ambos casos funcionó.

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